Un rey de Cayo Hueso conquista Nueva York

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Pedrito Martínez / Foto: Danielle Moir

Con poco más de cuarenta años, Pedrito Martínez es un virtuoso all around. Toca rumba, canta y baila con tanta maestría como si solo se dedicara a una de estas cosas. Oriundo de Cayo Hueso, hoy es un rey afrocubano en Nueva York.

Comenzó tocando para turistas en hoteles de La Habana en pleno Periodo Especial, luego emigró de Cuba y se unió a la legendaria banda Yerbabuena, con Cucú Diamantes y Andrés Levin al frente, pero la consagración de Pedrito Martínez llegó en centro nocturnos neoyorkinos como Guantanamera y Subrosa, donde el poderío de su propuesta musical atrajo públicos tan selectos como Eric Clapton, Roger Waters o Paul Simon.

Hoy Pedrito Martínez es un referente absoluto del latin jazz y una pieza central dentro del escenario artístico de Nueva York. Su trabajo ha sido reseñado por los más importantes periódicos del mundo. Injustificablemente desconocido en Cuba, esperemos que no demore la hora en que el hijo pródigo de Cayo Hueso pueda profetizar en su tierra.

Primero lo primero. Sales de Cuba en 1998. ¿Cómo fueron tus años en Cayo Hueso?  ¿Cómo se formó Pedrito Martínez a sí mismo en esa primera etapa? No solo musicalmente, sino también tu carácter y tu espíritu. Pregunto esto porque la rumba, probablemente como ningún otro género o ritmo, exige también una actitud fuera de las tumbadoras, una línea ética, un concepto que moldea al músico. Háblame de esto.

Los años en mi barrio Cayo Hueso fueron como un cuca lambe, de subidas y bajadas. No obstante, a pesar de todos los obstáculos puedo decir que tuve una infancia alegre, estable, un hogar súper funcional; con muy pocas cosas materiales, las cuales cualquier niño adolescente hubiese aspirado tener, pero le doy gracias a la vida por haberme dado los padres que tengo, por haber nacido en El Barrio que nací, y por haber tenido la oportunidad de conocer a grandes músicos del mundo folclórico. Vale la pena recalcar que estas personas tenían un gran concepto de la hombría, de la hermandad, de la ética, unos valores humanos impecables. Tenían una doctrina solidificada, pura y clara, sobre cómo mantener vivo el legado afrocubano, el amor y el respeto hacia nuestros ancestros. Todo esto lo absorbí, y fueron elementos y factores esenciales para mi crecimiento y mi educación en las calles de La Habana.

¿Cómo fue tocar en los hoteles en Cuba para sobrevivir? Has definido esa experiencia como el peor tiempo de tu vida. ¿En qué consistía? ¿Cuál era la rutina?

Bueno, no creo haber definido en ninguna de mis entrevistas anteriores o haber hecho énfasis en que esta experiencia haya sido la peor de mi vida, simplemente fue una etapa de búsqueda de mi propia identidad. Fue un periodo caótico y funesto en la economía del país, y pienso que muchos jóvenes de mi generación se sintieron como ahogados y agobiados por la situación económica, política y social de aquel periodo especial, como le llamó el gobierno cubano. Los apagones eran por largas horas, el gas aparecía esporádicamente, y había que ser mago para encontrar el agua. A todo esto hay que sumar que en mis conciertos en el Café Habana del Hotel Cohíba, donde tocaba con el gran amigo, mentor y maestro Tata Güines, no me permitían comerme ni un pan con mantequilla delante de los turistas porque, si lo hacíamos, nos botaban del hotel. Además, cuando terminábamos de tocar, no había ningún tipo de transporte público para regresar a casa. Quiere decir que había que cargar con los instrumentos por toda la avenida 23 abajo, caminando, y esto para ganar al mes, por la empresa, 110 pesos cubanos, lo que en aquella época equivalía a un dólar, según recuerdo. Era un tiempo de frustraciones y de preguntas sin respuestas, pero este tipo de situación en la vida o te vuelve un pesimista, un perdedor, un conformista, una persona sin expectativas ninguna, o te convierte en un gladiador, en un soñador con ambiciones, inmune al miedo y al peligro.

¿Por qué decides quedarte en New York? ¿Qué viste en NY que te sedujo?

New York es una de las ciudades más místicas, fascinantes, bohemias, célebres, emblemáticas, cosmopolitas y musicales que existen. En segundos me identifiqué con ella. La adrenalina que contiene Nueva York hace que cualquier persona sea mejor en lo suyo, es como si sintieses que la ciudad avanza mucho más rápido que otras ciudades y que necesitas correr para llegar a la meta antes de que el reloj acabe con tus oportunidades y tus ambiciones. Nueva York me hizo más culto, mejor músico, mejor ser humano, y me dio la perseverancia, la fuerza de voluntad, la benevolencia, la razón, la paciencia, la supervivencia, y la humildad para lograr todas mis metas.

¿Hubo algún momento oscuro en que pensaste que hubiera sido mejor lanzar tu carrera desde Cuba, y no haber quemado las naves en una ciudad tan imponente como Nueva York?

En ningún momento. Al contrario, para mí fue un gran reto poder triunfar en la capital del mundo, puesto que en Cuba nunca tuve la dicha de haber sido reconocido por los medios de prensa. Sin embargo, en Nueva York he ganado un sinfín de premios, he grabado muchos discos, he aparecido en los mejores periódicos y revistas de la ciudad y se me han entregado muchísimos reconocimientos. Cabe mencionar que en Cuba no estaba sentado en mi casa con los brazos cruzados. Toqué con los mejores grupos folclóricos de aquellos años: Tata Güines, Merceditas Valdés, Yoruba Andabo, Obba Ilu. Por otra parte, pienso que para trascender, para romper los esquemas y para ganar en autenticidad y versatilidad es imprescindible mantener las raíces de tu música siempre vigente y defenderla cueste lo que cueste. Pienso también que es de extrema importancia buscar la forma de aprender de otras culturas, colaborar con otros grandes artistas, poder relacionarse con personas de alto rango en el negocio del arte y de la música, y a su vez tener la mente abierta para escuchar otras opiniones e ideas musicales que no sean solo locales. 

¿Qué importancia tuvo NY en tu formación musical, estética y humana?

Aprendí a leer música aquí, aprendí inglés, encontré un estilo propio para vestirme, una personalidad, una mejor manera de expresarme con eficacia y elocuencia. 

¿Cómo llegas a Yerba Buena? ¿Qué ganancias te dejaron esos años?

Yo llegué a Yerba Buena gracias a mi gran amiga Ileana Padrón, conocida como Cucú Diamantes, la cual me vio tocando en un club llamado el Nittin Factori, acabado yo de llegar a este país. Yerba buena fue una de las épocas más lindas en mi carrera, una etapa musical que marco a Pedrito Martínez. Fue el trampolín a la popularidad, una universidad de talento y originalidad artística liderada por el gran músico, amigo y productor Andrés Levin. Desde el comienzo el grupo hipnotizó al público y, en su momento, movió a las masas con sus arreglos, su show, su sonido particular. Fue una mezcla de ritmos muy auténtica y original.

¿Cuándo fundas The Pedrito Martínez Group? Esto supone una mayoría de edad. ¿En qué momento un compositor se dice: “Bien, es hora. Hagámoslo”?

Pedrito Martínez Group no fue algo que premedité, surgió sin buscarlo, El proyecto comenzó en el restaurante Guantanamera, localizado en la 8va entre la 55 y la 56, en el mismo centro de Manhattan. El lugar estaba recién inaugurado y el dueño decidió que tocáramos los siete días de la semana. Eso nunca se había hecho. Un grupo de timba cubana con cuatro músicos causó sensación y revuelo tanto para la audiencia como para otros músicos, Ahí me di cuenta de que tenía una bomba atómica en mis manos, es decir, un gran proyecto con artistas excepcionales, y decidí trabajar arduamente para incorporar otros ingredientes y sofisticar el proyecto, agregándole virtuosismo, versatilidad, credibilidad. En poco tiempo captamos la atención de celebridades como Quincy Jones, Eric Clapton, Roger Waters, Steve Winwood, Wynton Marsalis, Paul Simon, Steve Gadd, Rubén Blades y muchísimos más.

Pedrito Martínez / Foto: Danielle Moir

¿Cuál es el límite entre la fusión trepidante que es tu música y el respeto por la tradición de los ancestros y por tantos rumberos clásicos. ¿Cómo se logra este maridaje entre los fundamentos y la renovación musical constante a la que uno probablemente está sometido en una ciudad tan plural como Nueva York? ¿Aún vive la rumba en estado puro en Nueva York? Cuéntanos de la rumba en el Parque Central.

Para mí no hay límite ni diferencia alguna, y eso se refleja en mis producciones musicales, puesto que ninguna se parece, aunque de una forma u otra todas tiene las raíces afrocubanas arraigadas hasta lo más profundo. No me detengo a pensar en eso, porque siempre reverencio a mis ancestros. Las personas mueren, pero la rumbo y el folclor jamás. Esa espiritualidad vino para quedarse de generación en generación y mover a personas de muy distintas culturas. En el Parque Central de Nueva York está la prueba, o las rumbas en Italia, en Colombia, en Venezuela, en México. En cualquier parte del mundo vas a escuchar a un rumbero.

Cuéntanos de los tambores batá y cuál ha sido tu experiencia en todos estos años tocando en ceremonias religiosas en Nueva York. ¿Cuál ha sido tu rol en la comunidad yoruba en Nueva York?

Bueno, los tambores batá, sus cantos, sus bailes, su tradición y todos sus derivados son el noventa por ciento de la energía y la espiritualidad que emana de la música y de la vida personal de Pedrito Martínez. En cuanto a mis experiencias en ceremonias religiosas en los Estados Unidos, me sorprende la fuerza que ha adquirido esta tradición en gran parte del país. He tenido la dicha de poder participar en muchas actividades tanto religiosas como culturales, y sin duda alguna puedo asegurar que la religión afrocubana está en ascenso. Muchas personas, no solo cubanos, sino afroamericanos, puertorriqueños, mexicanos, venezolanos, dominicanos y de otros países han descubierto que esta práctica les ayuda a reencontrar su destino. Mi rol, creo, ha sido de suma importancia en esta área. Participé en la gran obra maestra Ochas, compuesta por mi gran amigo, hermano, y célebre trompetista Wynton Marsalis, lo cual tuvo lugar en el Rose Hall, uno de los teatros más relevantes de Nueva York, ubicado en el Lincoln Center. El concierto estuvo dedicado a los Orishas del panteón Yoruba, y Marsalis me dio la oportunidad de ayudarlo en la parte conceptual, tanto rítmica, melódica como armónica de todo este proyecto. Lo considero un logro ineludible en mi carrera musical. El concierto cambió la perspectiva de muchas personas sobre la religión. No hay que olvidar que el maestro Chucho Valdés fue el invitado de honor de la noche. El que pida más es un goloso.

Has compartido escenario, entre otros, con Lady Gaga, Bruno Mars, Wynton Marsalis o Sting?  Qué te ha marcado de esas colaboraciones? ¿Me das una breve definición de cada uno de ellos?

De Wynton solo me queda agregar que en este momento es uno de mis grandes ídolos. Con los demás artistas he compartido solo desde el punto de vista profesional, pero sí puedo recordar las emociones vividas en los conciertos que he compartido con estas estrellas. A Sting lo conocí en Rainforest, un concierto de beneficio para el Amazonas producido cada dos años en el Carnegie Hall por él y por Elton John. Ahí compartí escena con Bruno Mars, Lady Gaga, Mary J Blige, Bruce Springsteen y muchos más. Fue como una quimera tocar con todas esas figuras del mundo del pop, viniendo del barrio de Cayo Hueso en el corazón de La Habana.

¿Qué relación tiene tu historia con la de Chano Pozo? ¿Qué importancia tiene para la música la relación Nueva York-Habana?

Hay varios puntos en común entre mi historia y la de Chano Pozo. Los dos venimos del mundo marginal, del abakuá, de la tumba, del solar, de las comparsas, y los dos bailamos, tocamos, cantamos y componemos. Además de Chano, el vínculo entre Cuba y Nueva York es muy fuerte. Hay una lista compuesta por Cándido Camero, Mongo Santamaría, Alfredo Aguabella, Julito Collazo, Machito, Patato Valdés, Celia Cruz, La Lupe, Cachao, Chocolate Armenteros y otros que fueron precursores, patriarcas, los encargados de traer la música cubana a los Estados Unidos. Esto adquiere mucha relevancia en Nueva York, impulsado por nuestros hermanos puertorriqueños entre las décadas del setenta y los noventa, y aún prevalece, aunque por una cuestión comercial al género le llamen Salsa.

¿Qué significó volver a tu ciudad a grabar Habana Dreams? ¿Por qué crees que no eres tan conocido en Cuba? ¿Habrá algún concierto allá en el corto o en el mediano plazo?

Significó muchísimo. Sentí el calor y el respeto de mis hermanos músicos cubanos, a los que no veía desde hacía buen tiempo. Por otra parte, por primera vez pude grabar con mis tres hermanos y, por último, contar con el privilegio de incluir en esa producción a Wynton Marsalis, Rubén Blades, Isaac Delgado, Descemer Bueno, Román Díaz, Angelike Kidjo y Telmary Díaz. Por ahora estamos en proceso de efectuar algunos conciertos en Cuba, pero vamos por las negociaciones.

¿Qué piensas de la escena musical cubana hoy? ¿Qué andas buscando tú?

Espectacular, súper diversa, súper alternativa, y con un sonido folclórico como no he visto nunca antes.

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