Desenterrar el hueso. Cinco escritores cubanos nacidos en los 80

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Turistas esperanzados frente a la librería Fayad Jamís . Fotografía de Racso Morejón
Turistas esperanzados frente a la librería Fayad Jamís . Fotografía de Racso Morejón

Supongamos que en uno de los tantos grupos people to people que vienen a la isla por estos días, hay alguien que, más allá de tomar mojitos pasados de hielo y bailar guantanameras, se le ocurre de pronto ir a comprar libros de escritores cubanos. Llevemos un poco más lejos esta suposición e imaginemos que esta persona ha superado la idea de que la literatura cubana contemporánea está compuesta tan solo por Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez, Wendy Guerra y un par de elegidos más.

En ese caso, ¿qué se le podría recomendar? Caminando por Obispo, el turista entrará esperanzado a librerías como La Moderna Poesía, la Ateneo Cervantes y la Fayad Jamís. En cada una buscará criterios orientadores, alguien que lo introduzca en el mundo de las publicaciones cubanas, pero saldrá con una sensación de incredulidad tras apreciar la evidente saña con que fueron diseñadas algunas portadas y constatar que el libro de la semana en la Fayad Jamís es Cincuenta recetas para  platos con vegetales. El resto del tiempo que dedica a buscar, es agasajado por libreros que intentan venderle una idea de la cuban experience a la medida de lo que funciona comercialmente según intereses foráneos, resultando en una explotación de lo cubano tan intensa que le dan ganas de regresar a Tropicana con el resto del grupo.

Con independencia de que nos cueste ponernos al día con respecto a lo que se está haciendo en el resto del mundo y de que exista un atraso en el update de la literatura cubana, hay una serie de autores que vienen a representar un cambio en cuanto a la manera de afrontar la página en blanco. Aunque no tendría sentido asumir la juventud como un valor intrínseco a la hora de crear, en este caso los escritores que presentamos (¿presentamos?) nacieron todos en los ochenta. Se trata de autores que en su mayoría tuvieron su debut en la primera década de este siglo, y han ocupado espacios determinantes con sus propuestas literarias, que distan en gran medida de la generación precedente. A pesar de la variedad en cuanto a estilos y temas que abordan, de manera general hay un acercamiento a la cultura de masas y un interés por centrarse en el individuo a partir de la narración de pequeñas historias, por encima de la Historia y los grandes relatos; y sobre todo, una intención por alejarse de los tópicos de lo que podríamos definir como pseudocubanidad.

Esto no es una guía, una propuesta de autores “más importantes”, sino apenas una lista de encargos, de apuntes que un turista obcecado podría tener en cuenta para, después de  preparar algunos de sus platos con vegetales, embarcarse en la lectura de un país que se ha comenzado a contar desde otros intersticios.

Imagen tomada de su página de twitter
Imagen tomada de su página de twitter

Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984)

Como ella misma dijo en una entrevista, no escribe textos sueltos, sino libros sueltos. Da igual si son de narrativa, poesía o teatro, porque todo parece formar parte del mismo plan corrosivo y lúdico con el que ha sacudido la literatura insular. En su poemario Chicle apunta: “Te pido/ que no
interpretes/ los ámbitos culturales/ porque sabrías/ que soy la perra dócil de
la poesía cubana/ la perra sin hueso/ ni sopa/ hay otros perros/ sarnosos/ pero
menos resquebrajados/ (…) hay otros gatos también/ te pido/ que en paz me
dejes/ (…) y sola/ voy/ a desenterrar/ el hueso”.

A sabiendas de que es casi imposible encontrar una perra dócil,  para desenterrar su hueso Legna Rodríguez combina en sus textos un tono naif y una imaginación subversiva, dando lugar a una renovación del lenguaje sin precedentes en lo que llevamos de siglo XXI. Su poética desacralizadora alcanza algunos de sus momentos más altos cuando pone en crisis los conceptos de país, Historia y los símbolos que lo asisten en cada caso.  Novelas como Las Analfabetas (Bokeh, 2015), y poemarios como Tregua fecunda (Ediciones UNIÓN, 2012) en el que dice a su abuelo que “ya escribí cosas grandfather/ y esa es la mejor revolución/ que haré”, dan muestras de ello.  Su más reciente libro es la novela Mi novia preferida fue un bulldog francés (Alfaguara, 2017).

Imagen tomada de: specimens-mag.com
Imagen tomada de: specimens-mag.com

Osdany Morales (Nueva Paz, 1981)

Es Osdany Morales un escritor del que se habla relativamente poco en el campo literario cubano. Como reside en Brooklyn desde que cursara la Maestría en Escritura Creativa en la New York University (NYU), y tiene una obra más bien escueta en comparación con otros de sus coetáneos, suele pasar desapercibido en los paneles y premios de narrativa insular. Sin embargo, libros como Papyrus (Letras Cubanas, 2012)  y Antes de los aviones,  lo consolidan como, probablemente, el narrador más original de lo que se dio en llamar la Generación Cero. En sus textos hay una búsqueda, más literaria que territorial, en la que la necesidad de fabular, por el placer de la fábula misma, se convierte en un juego que se lleva hasta las últimas consecuencias. Cuentos como “Declaración de amor eterno a Jim Jarmuch” y “A propósito de la nieve derretida” son de lo mejor que se ha escrito en los últimos años en la isla. Si hay un camino para la narrativa cubana, una vía por la que tomar distancia de la pseudocubanidad, Morales la está transitando con fortuna.

 

Imagen tomada del portal digital: ahs.cu
Imagen tomada del portal digital: ahs.cu

 Jamila Medina Ríos (Holguín, 1981)

Entre el ensayo, el cuento y la poesía se mueve la obra de Jamila Medina, aunque es la poesía el género al que más esfuerzos ha dedicado. Entre sus libros destacan Huecos de araña (Ediciones UNIÓN, 2009) y el reciente País de la siguaraya (Letras Cubanas, 2018), con el que obtuvo el Premio Nicolás Guillén, galardón más prestigioso para los poetas de la isla. En cada uno de sus libros se percibe un movimiento hacia nuevas zonas y temáticas, transitando por lo público y lo púbico, las marcas sobre el cuerpo, la incomunicación y demostrando un interés permanente por fusionar lo experimental con lo clásico. En su otra vertiente, más académica, resalta su libro Diseminaciones de Calvert Casey (Letras Cubanas, 2012), quizás el estudio más completo que se haya realizado sobre este escritor de cuya vida y obra se conocía muy poco. Actualmente, trabaja en un doctorado en torno a la resemantización del ideario mambí en las artes y las letras cubanas.

Imagen tromada de: maspormas.com
Imagen tromada de: maspormas.com

Carlos Manuel Álvarez (Cárdenas, 1989)

El joven periodista y escritor matancero quedó incluido recientemente en la lista Bogotá 39, que reúne a los 39 escritores de ficción menores de 40 años más importantes de América Latina. Hasta el momento CM Álvarez ha publicado la colección de cuentos La tarde de los sucesos definitivos (Premio Calendario, 2013) y las crónicas de La tribu: Retratos de Cuba (Sexto Piso, 2016) y próximamente saldrá por la editorial Seix Barral su novela Los caídos. Habitual en las páginas de medios como El Malpensante, Gatopardo y el New York Times, es la crónica narrativa el terreno donde más cómodo se siente Carlos Manuel, que propone con La tribu: Retratos de Cuba, un recorrido por la sociedad cubana desde el inicio del proceso de reanudación de relaciones entre Cuba y Estados Unidos hasta la muerte de Fidel Castro a finales de 2016. De la lectura de este libro, ha dicho Martín Caparrós: “Frases frasean, fluyen, se deleitan. De vez en cuando me encuentro con una que me despierta envidia”.

Imagen tomada de: vanguardia.cu
Imagen tomada de: vanguardia.cu

Sergio García Zamora (Esperanza, 1986)

Es el poeta más laureado de su generación y ya cuenta con más de una docena de libros publicados. Con reconocimientos como el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío y el Premio Lowe, García Zamora ha irrumpido en el panorama de la poesía hispanoamericana como un soplo de aire fresco. En su reciente poemario El frío de vivir (VISOR LIBROS, 2017), apunta: “Entonces Dios me entregó la poesía/ porque si deseamos tener/ tranquilo a un niño/ se le da para que juegue/ cualquier cosa”, lo que viene a ser una parábola de su propio modo de crear. En su obra, son constantes las intertextualidades y citas, sin embargo, lejos de resultar esto excesivo, lo hace funcionar de manera tal que no es imperativo para el lector decodificar del todo la referencia.

García Zamora hace uso mayormente de un lenguaje llano y directo, con el que muestra las relaciones entre lo cotidiano y lo trascendente, y contrasta al hombre solitario con el ser social. Igualmente, es de elogiar la unidad que logra el poeta en cada uno de sus libros, al desarrollar tesis en los que cada poema viene a apuntalar una sensación de totalidad. Es apreciable, por otro lado, la manera en que Zamora repite poemas de un libro a otro sin que esto menoscabe la unidad y calidad de cada uno. Es como si entendiera que, con independencia de que se trate de libros distintos, la reiteración y los remixes constantes constituyeran una ganancia para su obra toda.

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