Sonó el timbre y una cara sonriente nos saludó desde dentro de la casa.
—Disculpen el reguero. Tengo una sesión de fotos a las 5:00—. Eran las 4:30.
Así entramos en la casa/estudio abriéndonos paso en una sala llena de flores, un esqueleto cubierto de lonas —porque conseguir papel de fotografía en Cuba es complicado— y un gato intranquilo que recorre la habitación con total libertad. Así entramos en el mundo de May Reguera.
May tiene una voz pausada de esas que tienen las personas buenas, con una mezcla equilibrada de calidez, delicadeza, empatía y consejo. De una modestia incomparable.
Después de un par de ideas no relacionadas con el tema que nos ocupa uno puede percatarse de que a May no le gusta hablar de sí misma, que es imperativo arrancarle las palabras y dejar pasar por alto lo rojo de sus mejillas mientras habla de sus logros.
Entonces mientras prepara café y nos acomodamos en la amplia cocina enciendo la grabadora sin que May lo note y comenzamos a dialogar sobre uno de sus temas menos preferidos: ella.
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Es innegable que en el mundo del arte existe una tendencia a la especialización, a escoger una manifestación y tratar de ser lo mejor que se puede en ella. May nunca ha creído mucho en las tendencias.
La joven de 27 años no quiere ser llamada “una actriz que hace fotografía” ni “una fotógrafa que actúa”. Ella es sencillamente una artista que encontró dos formas de canalizar sus deseos de crear y expresarse.
“Creo que mucha gente estudia para ser fotógrafo, por eso temo llamarme fotógrafa. Yo hago fotografía por placer. Cuando era solamente actriz a veces estaba sentada en mi casa esperando que apareciera trabajo, ahora no, ahora yo creo mi trabajo”.
May es natural de un pueblo pequeño de Cienfuegos llamado Cruces y estudió actuación en la Escuela Profesional de Arte Samuel Feijóo de Santa Clara pero luego decidió venir a La Habana para continuar sus estudios en la ENA hasta que se graduó.
Así comenzó el quehacer artístico de la joven, actuando y con una pequeña cámara antigua retratando mayormente a sus amigas actrices y a sí misma.
“Luego de graduarme estuve casi cuatro años haciendo teatro en el Grupo Pálpito, pero fuera del grupo era un poco complicado encontrar proyectos interesantes y entonces decidí recurrir a algo que siempre me había llamado la atención pero que nunca había hecho de manera más seria, la fotografía”, comenta.
“Siempre tenía una camarita antigua conmigo y hacia retratos a mis amigas, y yo misma las maquillaba y las vestía. Luego junto a Laura Treto comencé a hacernos retratos para entregar en las casas de casting y cuando otros actores las vieron quisieron hacérselos también y a partir de eso se me ocurrió la idea de realizar una la serie que de alguna forma combinara mis dos pasiones. Supongo porque tenía ganas de actuar”, revela.
La serie Telón fue una de sus primeras exposiciones. Inspirada en personajes femeninos de la mitología griega y compuesta por retratos de actrices fue expuesta en una de las salas de Fábrica de Arte Cubano.
“Es muy difícil para un fotógrafo joven encontrar un lugar dispuesto a mostrar sus creaciones y a pesar de que mi trabajo en las redes sociales me encanta debo confesar que exponer en galerías y ver mis obras impresas es algo que me entusiasma sobremanera”.
May ha tenido la oportunidad de trabajar con un sinnúmero de personalidades del arte como Verónica Lynn, Mirtha Ibarra, Eslinda Núñez, Fernando Pérez, Luis Alberto García, Jorge Perrugorría, Yissy García, Alejandro Falcón, Gloria Torres, entre otros; y de colaborar para las revistas Cubaplus, Caché Cubano y Garbos donde se centra la mayor parte de su quehacer como modelo y fotógrafa.
Llegó a la a la revista Garbos modelando, hasta que le propusieron trabajar como fotógrafa a lo que accedió sin pensarlo dos veces. “Desde entonces decidí dedicarme a la fotografía de manera más seria y profesional”.
“Ahora estoy centrada en posicionar mi estudio de forma más independiente, trabajando con diseñadores tanto cubanos como foráneos. Recientemente terminé un trabajo con una línea de extensiones de pelo de Miami y espero pronto trabajar con un diseñador de ropa interior de Brasil”, dice.
Pero May sigue regresando la actuación y al teatro, porque como ella dice su cuerpo lo necesita, alternándolo con el trabajo en su estudio.
“También estoy haciendo retratos para carteles y publicidad de obras para las que trabajo, pero también por encargo por ejemplo hice las de Bosques, Ricardo III y las de Farándula. Siento que el teatro está viendo cada vez más el lado positivo de la promoción, no solo de la obra en sí, sino también de los actores”, comenta.
Hasta la fecha May es la única cubana que cuenta con cerca de una veintena de fotografías expuestas la página web de la popular revista Vogue.
“Vogue tiene habilitado un espacio para que los fotógrafos jóvenes puedan exponer sus trabajos, la creación del perfil para subir las fotos es totalmente libre pero lo complicado es que te seleccionen para las galerías, yo tengo 21 retratos expuestos, lo que me da mucha alegría y orgullo. Es un reconocimiento internacional muy importante”, dice.
En un principio le gustaba hacerlo todo: el maquillaje, encargarse del vestuario y la escenografía, pero interactuar con otras personas permite que el trabajo gane mucho más.
“Me encanta colaborar con otros artistas. Disfruto una cosa tanto como la otra. Aunque tengo que reconocer que me siento más segura y en control cuando hago fotografías que cuando actuó, pero nunca podría dejar de hacer ninguna de las dos”.
Tras la publicación de un autorretrato algo controversial que May subió a sus redes sociales (Instagram y Facebook) surgió la idea de uno de sus últimos proyectos.
“En la foto aparezco quitándome un suéter y enseñando mis senos lo que provocó que cancelaran mis cuentas hasta que retirara el autorretrato. Esto causó que me preguntara hasta qué punto mis senos son ofensivos para algunas personas. En la serie aún en proceso 100 mujeres harán la misma acción”, revela.
…
Para el final de la conversación siento que ya he molestado demasiado a la protagonista. Me encuentro de pie pues el intranquilo gato robó mi asiento y su sesión de fotos está por comenzar y su esposo ya está moviendo los muebles de la sala para transformarla en estudio.
—Gracias por el café, le digo.
—Gracias a ti por tomarte el tiempo, me dice.