Don Pancho Terry: el chekeré como forma de vida

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Imagen cortesía de Fabien Pisani
Imagen cortesía de Fabien Pisani

Cuando Pancho Terry subía a un escenario nadie podía quitarle los ojos de encima. Con su sombrero de yarey, sus collares y pulsos con elementos religiosos y su sonrisa de hombre bueno, desplegaba con el chekeré sonidos que dejaban con la boca abierta a más de uno, y los músicos encima del escenario le abrían paso para que el maestro diera muestras de que él, en Cuba, era el dios del chekeré, ese instrumento que descifró como nadie.

“Don Pancho” Terry, nacido en Camagüey como Eladio Severino Terry, murió este martes a los 78 años, dejando una carrera que lo ubica entre los grandes astros de la música cubana. Una carrera que lo llevó a convertirse en un músico imprescindible en la alineación de cualquier grupo de jazz o de música cubana. Sin embargo, Terry, que también fue un dedicado constructor y que, quizás por eso, nunca perdió la nobleza de ese hombre de pueblo que lo acompañó durante toda la vida.

En su aplicada trayectoria, apoyada a tiempo completo por su esposa de toda la vida, Lidia Cabrera, se dieron la mano las esencias del jazz y la tradición sonora cubana, en un sonido movilizador con el que Don Pancho viajó medio mundo y compartió escenarios con figuras como Wynton Marsalis, Chucho Valdés y Steve Coleman, por solo citar tres de los músicos de categoría mundial con los que actuó durante una trayectoria de más de 50 años.

Su destreza con el chekeré daba sustancia a cualquier concierto. Lo sabían los músicos que lo invitaban a compartir escenario habitualmente y también lo sabía él. Por eso hizo de la práctica de este instrumento la razón de su vida y de sus puestas en escena.

Terry también fue un fundador. Un hombre adelantado que siempre estuvo en la búsqueda de nuevos sonidos para llevar un paso adelante la música cubana y su mestizaje con corrientes sonoras de diversas latitudes. En Cuba, integró durante varias décadas la charanga Las maravillas de Florida, con la cual giró por varios países africanos para continuar investigando en todos los recursos de la percusión y el trabajo con el chekeré.

Cuando armó el grupo Los Terry, su obra alcanzó un nuevo nivel. Ahí se sentó cómodamente en el trono que comenzaba a ocupar y mantuvo colaboraciones que tributaron de manera fundamental a la evolución del jazz cubano. Sus habilidades  las compartió, entre otros, con dos de sus alumnos más aventajados, sus hijos, Yosvani y Yunior Terry, que han dado prestigio a la escena del jazz cubano en Estados Unidos.

Bien conocidos entre los seguidores de este género de raíz negra fueron los discos grabados con Bobby Carcassés: Jazz timbero y Cubanísimo. Con Bobby estableció una dinámica sustentada en el talento y los aportes de cada instrumentista al desarrollo de la música cubana y su imbricación con fenómenos sonoros de índole universal.

Deudor del vanguardista Chano Pozo, Terry, quien también se desempeñó como violinista,  es un músico esencial para valorar el papel de la percusión en el jazz cubano. No en vano también mostró su fuerza interpretativa en grupos como Havana Report, donde mantuvo una excelente química con artistas como Changuito y Ernán López Nussa.

“Don Pancho” Terry, como lo conocían, unió la tradición con la  contemporaneidad del jazz y los ritmos cubanos y, para mayores méritos, lo hizo con una maestría indiscutible. Por eso donde quiera que esté seguramente seguirá tocando como un Dios el chekeré,  ese instrumento trasplantado de África que defendió como si fuera parte de su vida.

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