Nadie que lo haya visto tocar puede escapar del infierno. La brutal montaña de sonido que sale de los palos de la batería se te mete en el cuerpo como un demonio y te hace ver, de repente, que llegó el apocalipsis y solo queda, finalmente, el vacío, nada. Dave Lombardo es uno de los bateristas más influyentes en la historia del metal y sin sus demoledores riffs Slayer no fuera esa aplanadora de carne humana que durante casi de cuarenta años le ha prendido fuego en la implacable hoguera del trash a millones de almas metaleras hasta en el rincón más oscuro del planeta.
Lombardo nació en La Habana en 1965 y sus padres se lo llevaron apenas con dos años hacia Estados Unidos, donde fue uno de los fundadores de los padres del trash, Slayer, y patentó el doble mombo, un infernal estilo de tocar la batería con el que se consagró en la biblia negra de los próceres del metal.
Lombardo ganó todo lo que se podía ganar con Slayer. Participó en la grabación de siete álbumes de la alineación, entre ellos los insuperables Reign in Blood y South of Heaven, asfaltó el camino para que la banda alcanzara par de premios Grammy, accedió a revelar con urgencia en la retaguardia de Metallica en 2004 a un fatigado Lars Ulrich y se robó los cuernos de legiones de fans que disfrutaron ver cómo los hachazos de Lombardo les helaba la sangre. Otro dato: tras la separación nada amistosa de sus compañeros de batalla, integró las filas de Fantomas, Apocalyptica, Suicidad Tendences y una larga lista de bandas que lo han recibido como un músico de cabecera.
Dave Lombardo nunca ha regresado a Cuba desde que se marchó con su familia en un viaje sin regreso… hasta el momento. El músico decidió que era la hora de pisar después de 50 años a su ciudad natal en un periplo que considera el “momento más importante de mi vida”. “Estoy muy emocionado por visitar a mi país. No sé cómo describirlo. Quiero conocer todos los lugares relacionados con mi familia. Es algo histórico para mí”, dice Lombardo vía telefónica a Zafra sobre este viaje a mediados de enero que viene organizando desde hace más de cinco años.
Lombardo vendrá acompañado de su esposa y su madre de 86 años y espera conocer a músicos cubanos y a la mayor cantidad de seguidores de su aplicada labor detrás de la batería. El músico pensaba inicialmente desembarcar junto a dos de sus bandas actuales, Suicidal Tendencies y Dead Cross, pero en este periplo decidió dejar en el “banco” a estas maquinarias de metal crudo y extremo.
Su visita no puede interpretarse solamente como la de un músico que se reencontrará con sus raíces, con un país que solo conoce a través de las memorias de su familia, por su música o por anécdotas acumuladas a través del tiempo. Estamos ante la posibilidad de la comunidad rockera de encontrarse con uno de los suyos, que regresará convertido en un icono mundial del metal y que puede contribuir radicalmente a la visibilidad de las bandas cubanas en la arena internacional, incluso creo que sería un acto de justicia y buena voluntad hacia el rock cubano que las autoridades locales lo recibieran para intercambiar con él sobre proyectos en conjunto que pudieran nacer o concretarse a propósito del regreso a sus orígenes
Casualmente el batero llegará a la capital durante los días del jazz Plaza así que algún músico puede animarse a invitarlo al escenario, porque, al fin y al cabo, Lombardo me confesó que sin Irakere no fuera el baterista que es. Ya puestos, los metaleros de medio mundo tendrán que agradecer también a la tropa de Chucho ese sonido de Slayer que los llevó a sufrir eternamente en el infierno y, encima, dar gracias por ello.